Sigo perdiendo peso, una semana me quito un kilo como si nada, otra semana me quito quinientos gramos y dando gracias, pero el caso es que sigo perdiendo peso, sin parar, y sin graves consecuencias para mi vida personal ni desde luego para mi salud.
Al menos consecuencias negativas, quiero decir. Pronto va a hacer tres meses que abrí este blog para ir contando mi experiencia, y desde aquel día a hoy he perdido más de ocho kilos, sin perder la sonrisa ni convertir mi existencia en una lucha armada contra mi falta de voluntad.
Sigo teniendo lecciones pendientes: hay que beber más agua, maldita sea, se nota un montón cómo se para el intestino cuando te falta hidratación. Infusiones, venid a mis brazos y no me abandonéis!.
Y me sigue faltando enamorarme de un deporte y lanzarme como una loca a practicarlo disfrutando, convirtiéndolo en un placer. Mujer, no es que esté parada, me hago mi bici estática, me doy mis paseos rápidos con la perra, todo eso está bien. Pero si fuera una loca del padel, o del atletismo, o de la natación sincronizada, mi vida sería mucho más fácil.
También es verdad que ahora que me muevo mejor, con más comodidad, tampoco miro con tan malos ojos el deporte, pero reconozcámoslo: soy un bicho sedentario, mis aficiones se desarrollan todas con una silla/sillón/sofá debajo de las nalgas (el cine, el teatro, la lectura, la informática,...), y cambiar eso sí que supone atentar contra una parte muy arraigada de mí.
Claro que estoy abierta a todo, claro que cambiar malos hábitos por otros mejores supone evolución y madurez, y no es más que bueno buenísimo. Pero también es duro, visto así, perder parte del tiempo que solías dedicar a cosas que tanto te gustan e invertirlo en hacer otras que en realidad te gustan menos.
Habrá que cambiar las perspectivas, ya lo sé.
lunes, 25 de noviembre de 2013
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Pesadillas presentes y futuras.
Vale, lo reconozco, le tengo miedo a la Navidad. Es la peor época del año para los que sobrevivimos pasados de kilos. Todo lo demás es llevable, porque todo lo demás es breve: tu cumpleaños es un sólo día al año, la semana santa son dos o tres rellenos dulces y un rollo frito, el verano es largo pero se suda y se mueve más el cuerpo, la boda de la amiga... la cena con no sé quién... son sólo días sueltos, fáciles de compensar.
Pero la Navidad... ay, la Navidad dura taanto, y se come taanto, y se cena taanto y hay tantos dulces por todas partes, en todas las casas, en el trabajo, en la panadería, en el super... Y está tan feo no coger uno cuando te ofrecen que hasta te miran como a una antipática si les dices que estás intentando cuidarte, como si el no saber "salirte" en una ocasión especial te convirtiera en una antisocial y un bicho raro. Y claro que te sales, ya lo creo. Una vez y otra y otra.
Yo le tengo miedo a la Navidad. Ya he perdido muchos kilos, bastantes, apenas en dos meses, y de forma cómoda, y he hecho una inversión económica importante pensando en mí, en mi salud, he hecho una apuesta por mí para los años que vengan. Y pensar que ahora, justo ahora, está al caer la puñetera Navidad...
Ya no sólo me da miedo pasarme, me da miedo el bajón de autoestima que viene después del exceso, cuando te subes a la malvada báscula y ves que lo que conseguiste quitarte en veinte días te lo has puesto de nuevo en tres o cuatro, y que todavía te queda por delante la cena de Nochevieja, la comida de Año Nuevo, el chocolate con roscón del día de Reyes... me pongo a pensarlo y no veo más que montañas de calorías, ríos de azúcar industrial, muros gigantes de mazapán y turrón, grasa y grasa y más grasa, a la espera de cazarme.
Maldita Navidad...
Pero la Navidad... ay, la Navidad dura taanto, y se come taanto, y se cena taanto y hay tantos dulces por todas partes, en todas las casas, en el trabajo, en la panadería, en el super... Y está tan feo no coger uno cuando te ofrecen que hasta te miran como a una antipática si les dices que estás intentando cuidarte, como si el no saber "salirte" en una ocasión especial te convirtiera en una antisocial y un bicho raro. Y claro que te sales, ya lo creo. Una vez y otra y otra.
Yo le tengo miedo a la Navidad. Ya he perdido muchos kilos, bastantes, apenas en dos meses, y de forma cómoda, y he hecho una inversión económica importante pensando en mí, en mi salud, he hecho una apuesta por mí para los años que vengan. Y pensar que ahora, justo ahora, está al caer la puñetera Navidad...
Ya no sólo me da miedo pasarme, me da miedo el bajón de autoestima que viene después del exceso, cuando te subes a la malvada báscula y ves que lo que conseguiste quitarte en veinte días te lo has puesto de nuevo en tres o cuatro, y que todavía te queda por delante la cena de Nochevieja, la comida de Año Nuevo, el chocolate con roscón del día de Reyes... me pongo a pensarlo y no veo más que montañas de calorías, ríos de azúcar industrial, muros gigantes de mazapán y turrón, grasa y grasa y más grasa, a la espera de cazarme.
Maldita Navidad...
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