viernes, 25 de octubre de 2013

Seis sesiones, seis kilos.

Muchas gracias a las más de ochocientas personas que os pasáis por aquí a acompañarme en la trinchera en esta guerra particular contra los kilos.

¿Que cómo sigo? Pues bien, bastante bien, aunque podría haber bajado más peso si no me hubiese relajado tanto con el ejercicio físico ni me hubiese concedido un par de caprichos culinarios. Pero sobre todo hay que moverse, porque el capricho lo compensas en unas cuantas comidas, pero el ejercicio es irremplazable, caballero. O te mueves, o no hay nutricionista que valga, ni milagro ni aparición mariana que te lo solucione.

Así que voy a tratar de buscarme ese rato diario cuatro veces por semana, y lo haré como homenaje a mí misma, a las esperanzas que tengo puestas en mi voluntad y en mi actitud de mujer-todo-terreno-salta-charcos.

Cómo se notan esos kilos menos, madre mía, y eso que no parecen tantos. Subir escaleras, agacharte a coger cualquier cosa, vestirte, acelerar el paso para no perder el bus, todo es más fácil, todo te sale con menos esfuerzo. Y notarlo, ser consciente de que esa escalera antes parecía más larga, es la medalla secreta que una lleva en el pecho, en silencio, sin compartirla con nadie, pero orgullosamente.

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