lunes, 25 de noviembre de 2013

El rayo que no cesa.

Sigo perdiendo peso, una semana me quito un kilo como si nada, otra semana me quito quinientos gramos y dando gracias, pero el caso es que sigo perdiendo peso, sin parar, y sin graves consecuencias para mi vida personal ni desde luego para mi salud.

Al menos consecuencias negativas, quiero decir. Pronto va a hacer tres meses que abrí este blog para ir contando mi experiencia, y desde aquel día a hoy he perdido más de ocho kilos, sin perder la sonrisa ni convertir mi existencia en una lucha armada contra mi falta de voluntad.

Sigo teniendo lecciones pendientes: hay que beber más agua, maldita sea, se nota un montón cómo se para el intestino cuando te falta hidratación. Infusiones, venid a mis brazos y no me abandonéis!.
Y me sigue faltando enamorarme de un deporte y lanzarme como una loca a practicarlo disfrutando, convirtiéndolo en un placer. Mujer, no es que esté parada, me hago mi bici estática, me doy mis paseos rápidos con la perra, todo eso está bien. Pero si fuera una loca del padel, o del atletismo, o de la natación sincronizada, mi vida sería mucho más fácil.

También es verdad que ahora que me muevo mejor, con más comodidad, tampoco miro con tan malos ojos el deporte, pero reconozcámoslo: soy un bicho sedentario, mis aficiones se desarrollan todas con una silla/sillón/sofá debajo de las nalgas (el cine, el teatro, la lectura, la informática,...), y cambiar eso sí que supone atentar contra una parte muy arraigada de mí.

Claro que estoy abierta a todo, claro que cambiar malos hábitos por otros mejores supone evolución y madurez, y no es más que bueno buenísimo. Pero también es duro, visto así, perder parte del tiempo que solías dedicar a cosas que tanto te gustan e invertirlo en hacer otras que en realidad te gustan menos.

Habrá que cambiar las perspectivas, ya lo sé.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Pesadillas presentes y futuras.

Vale, lo reconozco, le tengo miedo a la Navidad. Es la peor época del año para los que sobrevivimos pasados de kilos. Todo lo demás es llevable, porque todo lo demás es breve: tu cumpleaños es un sólo día al año, la semana santa son dos o tres rellenos dulces y un rollo frito, el verano es largo pero se suda y se mueve más el cuerpo, la boda de la amiga... la cena con no sé quién... son sólo días sueltos, fáciles de compensar.

Pero la Navidad... ay, la Navidad dura taanto, y se come taanto, y se cena taanto y hay tantos dulces por todas partes, en todas las casas, en el trabajo, en la panadería, en el super... Y está tan feo no coger uno cuando te ofrecen que hasta te miran como a una antipática si les dices que estás intentando cuidarte, como si el no saber "salirte" en una ocasión especial te convirtiera en una antisocial y un bicho raro. Y claro que te sales, ya lo creo. Una vez y otra y otra.

Yo le tengo miedo a la Navidad. Ya he perdido muchos kilos, bastantes, apenas en dos meses, y de forma cómoda, y he hecho una inversión económica importante pensando en mí, en mi salud, he hecho una apuesta por mí para los años que vengan. Y pensar que ahora, justo ahora, está al caer la puñetera Navidad...

Ya no sólo me da miedo pasarme, me da miedo el bajón de autoestima que viene después del exceso, cuando te subes a la malvada báscula y ves que lo que conseguiste quitarte en veinte días te lo has puesto de nuevo en tres o cuatro, y que todavía te queda por delante la cena de Nochevieja, la comida de Año Nuevo, el chocolate con roscón del día de Reyes... me pongo a pensarlo y no veo más que montañas de calorías, ríos de azúcar industrial, muros gigantes de mazapán y turrón, grasa y grasa y más grasa, a la espera de cazarme.


Maldita Navidad...

viernes, 25 de octubre de 2013

Seis sesiones, seis kilos.

Muchas gracias a las más de ochocientas personas que os pasáis por aquí a acompañarme en la trinchera en esta guerra particular contra los kilos.

¿Que cómo sigo? Pues bien, bastante bien, aunque podría haber bajado más peso si no me hubiese relajado tanto con el ejercicio físico ni me hubiese concedido un par de caprichos culinarios. Pero sobre todo hay que moverse, porque el capricho lo compensas en unas cuantas comidas, pero el ejercicio es irremplazable, caballero. O te mueves, o no hay nutricionista que valga, ni milagro ni aparición mariana que te lo solucione.

Así que voy a tratar de buscarme ese rato diario cuatro veces por semana, y lo haré como homenaje a mí misma, a las esperanzas que tengo puestas en mi voluntad y en mi actitud de mujer-todo-terreno-salta-charcos.

Cómo se notan esos kilos menos, madre mía, y eso que no parecen tantos. Subir escaleras, agacharte a coger cualquier cosa, vestirte, acelerar el paso para no perder el bus, todo es más fácil, todo te sale con menos esfuerzo. Y notarlo, ser consciente de que esa escalera antes parecía más larga, es la medalla secreta que una lleva en el pecho, en silencio, sin compartirla con nadie, pero orgullosamente.

domingo, 13 de octubre de 2013

Quinta visita, ahora virtual.


Para ahorrarme el viaje a Madrid y no tener que sumarlo al gasto, ya de por sí alto, del tratamiento, a partir de ahora haré las visitas a través de cámara web y skype. Todo lo cual todavía te deja más la sensación de precio desorbitado, pero últimamente me digo que estoy invirtiendo en mi salud a largo plazo, que esto es algo más que un bikini de verano o una foto bonita de perfil, y que es la mejor inversión posible.

Sigo adelgazando (debo andar por los cinco kilos menos), aunque con el cambio de báscula es difícil determinar exactamente cómo me ha ido desde la última visita, pero he perdido cintura, me estoy poniendo ropa que llevaba en el armario muuchos meses, y he tenido que buscar mis cinturones, que estaban criando polvo por algún rincón.

Lo mejor de todo no es que siga perdiendo peso, a pesar de que he pasado varios días de inactividad total por un problema en una pierna. Lo mejor de todo es cómo estoy perdiendo peso, la forma relajante y amable de perder peso. Eso es lo mejor. En cuanto a deporte, de momento no estoy haciendo más de lo que hacía antes, sólo que antes no me servía para absolutamente nada, y ahora cada minuto de esfuerzo físico parece que juega a mi favor.

A pesar del éxito sigo prevenida, o cómo diría yo, como asustada, como si de repente mi cuerpo fuera a destapar la gran mentira y se fuera a levantar contra mí gritando ¿¿PERO DE VERDAD PENSABAS ADELGAZAR COMIENDO MACARRONES??  pero es sólo una pesadilla pasajera, enseguida vuelvo a tocarme el cinturón y a recordarme que todo va bien, que esto funciona, y que ya puedo ir cambiando el chip, porque si normalizo y acepto como propia esta forma de comer, nunca más volveré a ser una gorda.

Como novedad, ahora además de controlar los bloques de alimentos diarios, tengo que controlar la distribución a lo largo de la semana, por ejemplo, de todos los hidratos de carbono que como, que haya más proporción de pan que de arroz o pasta, cosas así. Espero no volverme loca y acostumbrarme pronto a afinar tanto.

viernes, 27 de septiembre de 2013

La cuarta: la malvada y yo.

Esto ya es otra cosa, por fin veo resultados claros, incuestionables. He perdido desde mi última malvada báscula 2,200 gr., y en total desde el principio del método 3,100, de los cuales más de dos kilos son de grasa. Ahora sí me lo creo.

Y eso que me cuesta trabajo creérmelo, porque no he cambiado salvajemente lo que comía. Ha sido como un reajuste, como si de repente las piezas que sobraban en un sitio y faltaban en otro, al ser recolocadas, hacen que el puzle cuadre, y la máquina funciona.

Tampoco quiero olvidar otro gran beneficio añadido a la pérdida de peso, y es la pérdida de ansiedad. Es sentarme a comer tranquilamente, sabiendo que voy a comer lo que necesito, ni más ni menos, y que cuando termine de comer estaré saciada y no voy a volver a pensar en comida hasta tres horas después, cuando me toque. No necesito una tremenda fuerza de voluntad al pasar por las pastelerías ni nada de eso, porque no tengo hambre, y porque tampoco me apetece tanto comerme cualquier cosa a cualquier hora, como antes.

Tampoco salgo por ahí de fiesta sufriendo por si me paso y lo echo todo a perder, de momento ya he salido airosa de tres ocasiones de las que se suponen que tiran al cesto la dieta de cualquiera (la feria, mi cumpleaños y la comida con las amigas...) y he podido reajustar los días previos y posteriores para que no haya consecuencias, lo cual todavía me relaja mucho más.

En el fondo me recuerda a cuando dejé de fumar, a esa libertad que disfrutaba cuando ya no tenía que acordarme de ir encadenada al paquete de tabaco y el mechero, o contando los que me quedaban para comprar antes de que se acabara, o planificando los paquetes antes de irme de viaje.


Estoy muy contenta. El plan de medicadiet funciona, es real y funciona.

martes, 17 de septiembre de 2013

Tercera visita: la hora de la verdad.

La semana pasada tuve mi tercera cita con el nutricionista, y después de siete días faltaba ver en qué había afectado el plan a mi peso. O sea, llegaba la famosa hora de la báscula.

La malvada reveló que había perdido 900 gramos. Esto me deja sensaciones enfrentadas, y me explico:

- Por un lado, la alegría de perder peso, aunque sean cien gramos, no me la quita nadie. Encima he comido bien toda la semana, no ha sido un calvario ni mucho menos. ¡Y la mitad de mi dieta es pan, arroz y macarrones! Según mis anteriores médicos debería estar engordando, y no es así.

- Del otro lado, la mayor parte del peso perdido ha sido agua, y no grasa, con lo cual si me fijo sólo en la grasa, se puede decir que estoy donde estaba, poco más o menos.

Uno de los probables motivos de esta "alegría sólo a medias" probablemente radica en que he metido la pata midiendo los hidratos de carbono en más de una ocasión, novatadas que hay que pagar. Corregido esto, en la próxima visita, a diez días vista, creo que ya no tendré ninguna duda del alcance real de este plan nutricional.

Para colmo, ay de mí, este fin de semana he visitado las fiestas de mi ciudad, y ha sido mi cumpleaños. El nutricionista me explicó cómo compensar los excesos puntuales, quitando algunos intercambios de hidratos de carbono y proteína en las comidas previas y posteriores al exceso. Lo he probado, pero de todas formas temo que todo esto me pase factura en la próxima báscula, habrá que ver si es así o lo he compensado bien.

Por el momento sigo animada, y contenta con el plan. Tampoco esperaba resultados espectaculares, para eso ya están las dietas falsas, que te quitan tres kilos en dos días y al siguiente engordas cuatro. Lo que sí espero es que en mi próxima cita haya perdido mayor proporción de grasa, aunque sólo sea medio kilo.

Me he comprado un libro de recetas sanas.

domingo, 8 de septiembre de 2013

La segunda cita

La segunda visita a medicadiet ha resultado interesante. Por fin tengo mi plan personalizado de alimentación, y el nutricionista se ha detenido a explicarme cómo funciona el asunto de los intercambios. Un intercambio es como una unidad de alimento, una medida, una ración. Dependiendo del alimento entra más o menos cantidad en el intercambio. Por ejemplo, tres galletas María son un intercambio de hidratos de carbono, pero dos dedos de pan de barra también lo son. Me ha dado un librito para consultar con muchos ejemplos de intercambios, y un diario que debo completar.

Tiene sentido, y hoy que llevo ya tres días poniendo a prueba esto de los intercambios, veo que está lleno de ventajas. Lo primero es que no tienes que repetir eternamente un menú que es siempre el mismo, sino que vas adaptando un menú normal y corriente al número de intercambios para que te cuadre, lo cual hace que en realidad puedas comer casi de todo, poniendo el sentido común por delante (si estás intentando adelgazar, se sobreentiende que debes evitar las grasas a lo bestia, los dulces, en fin...)

La segunda ventaja es que no estoy pasando ni pizca de hambre, eso es así. No sólo es así, es que además en ocasiones me tengo que forzar un poco para completar los intercambios que me tocan, sobre todo en la comida y en la cena, que son una pasada. ¡Si yo apenas cenaba!, y ahora me veo hartándome de comer, a ratos no parece una dieta.

La tercera maravilla es que sí se comen hidratos de carbono, y eso, después de sufrir dietas en las que están prohibidos por decreto, es un paraíso. Poder comer un poco de arroz, o de pasta, aunque no sea más que un puñado, y no sentirte culpable por ello, es alucinante.

Así de repente me está pareciendo un buen plan, y desde luego creo que tiene lo que yo más buscaba: es sostenible. No es una de esas dietas locas e imposibles, es un plan de alimentación que tiene sentido, que ordena todo lo que tienes que comer, lo distribuye a lo largo del día, y no es una condena a muerte, ni te conviertes en una alimaña hambrienta a todas horas.

Me falta coger soltura con el plan, aprender a ser creativa con las pautas de intercambios, y desde luego, he visto claro que necesito cargarme de recetas que me cuadren con el plan y le den vidilla al tema. Creo que gran parte del asunto está en tener recursos culinarios como para comer según lo planeado y a la vez disfrutando de variedad, de platos chulos y ricos. Me voy a poner a ello.

Y por supuesto, falta comprobar si realmente esta locura de hartarse de comer sirve para adelgazar. ¿Será posible? A mí me resulta difícil de creer, ya lo veremos.

viernes, 30 de agosto de 2013

La primera visita

Ayer fui a la primera cita con medicadiet.

La primera impresión del local es buena: está limpio, es luminoso, bien amueblado sin pasarse. La secretaria es simpática, y el sofá es cómodo. La secretaria es la encargada de darme la hoja donde se explican los precios y el plan de la clínica.

El plan consiste en hacerte primero un estudio de tus hábitos y un informe de tu peso, índice de masa corporal, qué parte de tu peso es grasa, músculo y líquido... en fin, el informe está bien, pero te cobran 45 euros por él, y sin duda no los vale ni de lejos. Hace falta un análisis de sangre que te cobran aparte, 35 euros más, aunque voy a procurar que me lo hagan en la seguridad social.

Además, el nutricionista (que es un chaval jovencísimo con nula experiencia, y su diploma de estudios no está colgado en ninguna parte) no me ha dado todavía ni un sólo consejo sobre mi alimentación, a pesar de que tras hablarle sobre mis hábitos le he preguntado qué le parecían y me ha asegurado que hay cosas que hago bien y otras mal. Para saber lo que hago bien y lo que hago mal hay que pasar por taquilla unas cuantas veces más, según parece.

Se suponía que la primera consulta es gratuita, pero claro, gratuitos son los quince minutos de ponerte un PowerPoint donde te cuentan lo mismo que ya había visto en su web. Entonces fuimos interrumpidos por la secretaria que nos anuncia que "casualmente" la cita que iba después de mí se ha cancelado, así que si quiero me puedo quedar para hacer el estudio personalizado de 30 minutos, que ese sí, cuesta 45 euros. Qué suerte tengo.

Evidentemente yo no nací ayer, y hubiese preferido transparencia a este respecto, algo así como que me dijeran al entrar: si te gusta lo que te contamos durante la presentación, te puedes quedar ya al estudio personalizado, y te ahorras un viaje. Así de simple, eso me hubiese dado sensación de transparencia. Pero esto de andar con trampas me pone sobre aviso. ¿Habrá más trampas?

Efectivamente, hay más trampas. A la salida del estudio, la secretaria me vuelve a hablar sobre los bonos, está particularmente empeñada en colocarme el bono de 5 sesiones que, me asegura, HOY tiene un 5% de descuento, en vez de 205 euros son sólo 195€. Guau, otra vez mi buena suerte, vengo justo el día que hacen el descuento en el bono de 5 sesiones, ¿soy una mujer afortunada, o no lo soy?

No voy a comprar ningún bono hasta que me den el plan nutricional, por supuesto, me expliquen el sistema de intercambios y vea que todo este jaleo no es sólo un sacacuartos, que está claro que también lo es, sino que además funciona, es saludable, pierdo peso y no lo recupero.

"El doctor tendrá listo mi plan nutricional la semana que viene" así que me dan cita para el jueves. Es evidente que el doctor podría darme el plan ahora mismo o en media hora si me espero, pero entonces no me podrían sacar otros 45 euros con la misma alegría. Así funciona esto.

CONCLUSIONES y TAREAS tras mi primera cita:

- Tengo que comprobar que es cierto que son un Centro Sanitario Autorizado por la Comunidad de Madrid, porque allí no he visto ningún certificado en la pared con sello y firma que lo atestigüe ni nada similar.

- Tengo que comprobar que las dos endocrinas que se supone que hay detrás del famoso método son reales, existen y están vinculadas de verdad con ellos. Tampoco hay por allí ni rastro de diplomas de nadie.

- Me van a sacar hasta la camisa y está clarísimo, lo que falta por ver es si entre los billetes de cincuenta sale también algo de grasa y no la recupero después.

En general, mi primera impresión ha sido bastante mala. Si no salgo corriendo en dirección contraria es porque a pesar de todo aún conservo la esperanza de que no sean sólo vendedores de humo.

Me presento

Creo este blog para compartir con todas las interesadas en adelgazar mi experiencia personal con la clínica de adelgazamiento y nutrición medicadiet, en el barrio de Argüelles, Madrid.

Voy a esta clínica con la intención de tomarme muy en serio las pautas de alimentación y deportivas que me den, y si me las salto también os lo contaré, para que os hagáis una idea exacta de cómo funciona el método.

He conocido la clínica buscando en google métodos de adelgazamiento, mi obesidad se está convirtiendo para mí en un grave problema de salud, me sobran más de treinta kilos (o sea que la tarea que tengo por delante es tela marinera...) y aunque no he visto demasiados comentarios sobre esta clínica ni su método (creo que no llevan mucho tiempo funcionando), me he animado por lo que cuentan en su web: alimentación mediterránea, sin pastillas ni productos raros, sin alimentos prohibidos, sin pasar hambre... suena muy bien, ahora falta que sea cierto y que a mí me funcione.

Yo prometo contaros la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.